LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS
El
relato de los discípulos de Emaús nos describe la experiencia vivida por dos
seguidores de Jesús mientras caminan desde Jerusalén hacia la pequeña aldea de
Emaús, a ocho kilómetros de distancia de la capital. El narrador lo hace con
tal maestría que nos ayuda a reavivar también hoy nuestra fe en Cristo
resucitado.
Dos
discípulos de Jesús se alejan de Jerusalén abandonando el grupo de seguidores
que se ha ido formando en torno a él. Muerto Jesús, el grupo se va deshaciendo.
Sin él, no tiene sentido seguir reunidos. El sueño se ha desvanecido. Al morir
Jesús, muere también la esperanza que había despertado en sus corazones. ¿No
está sucediendo algo de esto en nuestras comunidades? ¿No estamos dejando morir
la fe en Jesús?
Sin
embargo, estos discípulos siguen hablando de Jesús. No lo pueden olvidar.
Comentan lo sucedido. Tratan de buscarle algún sentido a lo que han vivido
junto a él. «Mientras conversan, Jesús se acerca y se pone a caminar con
ellos». Es el primer gesto del Resucitado. Los discípulos no son capaces de
reconocerlo, pero Jesús ya está presente caminando junto a ellos, ¿No camina
hoy Jesús veladamente junto a tantos creyentes que abandonan la Iglesia pero lo
siguen recordando?
La
intención del narrador es clara: Jesús se acerca cuando los discípulos lo
recuerdan y hablan de él. Se hace presente allí donde se comenta su evangelio,
donde hay interés por su mensaje, donde se conversa sobre su estilo de vida y
su proyecto. ¿No está Jesús tan ausente entre nosotros porque hablamos poco de
él?
Jesús
está interesado en conversar con ellos: «¿Qué conversación es ésa que traéis
mientras vais de camino?» No se impone revelándoles su identidad. Les pide que
sigan contando su experiencia. Conversando con él, irán descubriendo su
ceguera. Se les abrirán los ojos cuando, guiados por su palabra, hagan un
recorrido interior. Es así. Si en la Iglesia hablamos más de Jesús y
conversamos más con él, nuestra fe revivirá.
Los
discípulos le hablan de sus expectativas y decepciones; Jesús les ayuda a
ahondar en la identidad del Mesías crucificado. El corazón de los discípulos
comienza a arder; sienten necesidad de que aquel "desconocido" se
quede con ellos. Al celebrar la cena eucarística, se les abren los ojos y lo
reconocen: ¡Jesús está con ellos!
Los
cristianos hemos de recordar más a Jesús: citar sus palabras, comentar su
estilo de vida, ahondar en su proyecto. Hemos de abrir más los ojos de nuestra
fe y descubrirlo lleno de vida en nuestras eucaristías. Nadie ha de estar más
presente. Jesús camina junto a nosotros.
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