1 Espiritualidad e identidad
sacerdotal para una nueva evangelización
1.-Tiempo
de gracia en un mundo que cambia
El
misterio de la Encarnación del Hijo de Dios indica que Cristo vive nuestras
circunstancias históricas: «habitó entre nosotros» (Jn 1,14).
El
hombre de hoy siente la necesidad de vivencia, experiencia y transcendencia.
Es, pues, un hombre que pregunta sobre:
·
El sentido de la vida, la dignidad de la
persona (trabajo, cultura, convivencia), de la historia humana.
·
El sentido del dolor, de las
injusticias, de la pobreza, del mal, de la muerte...
·
El sentido del progreso y de los
adelantos, comunicación de bienes con toda la humanidad.
·
El sentido de la transcendencia y del
más allá como base del misterio del hombre.
·
El sentido del pensamiento humano que ha
fraguado innumerables ideologías (muchas de ellas válidas, pero todas variables
y pasajeras) sobre el misterio del hombre.
·
El sentido de las normas morales (ética)
para la conducta personal, familiar, social, política, económica,
internacional.
Este
hombre que quiere ver, pesar, medir, experimentar, no deja de pedir
espiritualidad. El espíritu del cristianismo sólo puede ser presentado por
apóstoles auténticos que lo hayan experimentado en sus propias vidas como
encuentro con Cristo. La sociedad moderna necesita ver signos claros del
Evangelio.
2.-Una
Iglesia solidaria de los gozos y esperanzas
La espiritualidad
cristiana y sacerdotal es eminentemente eclesial. La Iglesia (ecclesia) es la
comunidad humana convocada por la Palabra o anuncio del evangelio para celebrar
el misterio pascual de Cristo y transformar el mundo según el mandato del amor.
La
Iglesia se llama misterio o sacramento porque es signo transparente y portador
de la presencia de Cristo resucitado (Ef. 3,9-10; 5,32). Se llama también
comunión (koinonía) porque está constituida por hermanos que se aman en Cristo.
Su objetivo es la misión, en cuanto ha sido fundada para ser enviada a
evangelizar o anunciar la buena nueva a todos los pueblos.
La Iglesia está
insertada en el mundo como:
1.
Cuerpo o expresión visible de Cristo
resucitado (Col 1,24; Ef. 1,23).
2.
Sacramento (misterio) o signo portador y
eficaz de Cristo resucitado presente (Ef. 3,9-10).
3.
Esposa o consorte, fiel y comprometida
en la misma suerte de Cristo (Ef. 5,25-27; 2Cor 11,2).
4.
Madre como instrumento de vida en Cristo
y vida en el Espíritu (Gál 4,4.19.26).
5.
Pueblo como propiedad cariñosa de Dios y
signo de lo que deben ser todos los pueblos (1Pe 2,9; Apoc 1,5-6).
6.
Inicio del Reino de Dios anunciado por
Cristo, que ya habita en los corazones (dimensión carismática), que está
presente en la Iglesia (dimensión institucional), y que un día será encuentro
final o plenitud en el más allá (dimensión escatológica) (Lc 10,9; 11,2; 17,21;
LG 5).
Esta
Iglesia, fundada y amada por Cristo, es, por su misma naturaleza, solidaria de
los gozos, de las angustias y de las esperanzas de toda la humanidad (GS 1),
como «llamada a dar un alma a la sociedad moderna» (Juan Pablo II, Disc.
11-10-85).
La
naturaleza misionera de la Iglesia (AG 2,6,9) enraíza en su mismo ser de
«sacramento universal de salvación» (LG 48; AG 1). Cada cristiano según su
propia vocación forma parte responsable de esta Iglesia que es, según los
cuatro documentos (constituciones) principales del concilio, Lumen Gentium
(LG), Dei Verbum (DV), Sacrosanctum concilium (SC), Gaudium et Spes (GS):
a.
Signo transparente y portador de Cristo:
Iglesia sacramento o misterio (LG 1), Iglesia comunión o pueblo de hermanos y
cuerpo de Cristo (LG 2), Iglesia misión y peregrina en la historia como inicio
del Reino definitivo, sacramento universal de salvación (LG 7).
b.
Portadora del mensaje evangélico para el
hombre concreto y para todos los pueblos: Iglesia de la Palabra (DV).
c.
Centrada en la muerte y resurrección de
Cristo: Iglesia que hace presente en la historia humana el misterio pascual
(SC).
d.
Insertada en las realidades humanas:
Iglesia en el mundo y en la historia (GS).
3.-Hacia
una nueva evangelización
Todo
apóstol y especialmente el sacerdote ministro debe afianzar sus «actitudes
interiores» (EN 74) para colaborar en una «evangelización renovada» (EN 82), en
una nueva etapa de la historia humana. A veces habrá que reevangelizar sectores
humanos cuyo cristianismo corre el riesgo de diluirse. Frecuentemente se
tratará de emprender «una nueva evangelización»:
§ Nueva
en su ardor, por la disponibilidad misionera de los evangelizadores.
§ En
sus métodos, por un mejor aprovechamiento de los nuevos medios de apostolado.
§ En
sus expresiones, por la adaptación de la doctrina y de la práctica cristiana
sin disminuir sus principios y exigencias evangélicas.
En
una nueva evangelización, el problema más urgente es el de la renovación de los
agentes de pastoral, y especialmente de los sacerdotes ministros. Las
«actitudes interiores del apóstol» (EN 74), es decir, «su espiritualidad, con
garantía de la autenticidad de la evangelización. Se resumen todas ellas en la
fidelidad que crea comunión» (Puebla 384).
4.-Ser
sacerdote hoy. Identidad sacerdotal
La
identidad sacerdotal está en la línea de sentirse amado y capacitado para amar.
Esta identidad se reencuentra cuando se quiere vivir el sacerdocio en todas sus
perspectivas o dimensiones:
1.
Consagración o dimensión sagrada: el
sacerdote en su ser, en su obrar y en su vivencia, pertenece totalmente a
Cristo y participa en su unción y misión.
2.
Misión o dimensión apostólica: el
sacerdote ejerce una misión recibida de Cristo para servir incondicionalmente a
los hermanos.
3.
Comunión o dimensión eclesial: el
sacerdote ha sido enviado a servir a la comunidad eclesial construyéndola según
el amor.
4.
Espiritualidad o dimensión ascético-mística:
el sacerdote está llamado a vivir en sintonía con los amores de Cristo y a ser
signo personal suyo como Buen Pastor.
El sacerdote está
llamado, hoy más que nunca, a ser:
Ø Signo
del Buen pastor en la Iglesia y en el mundo, participando de su ser sacerdotal
(PO 1-3).
Ø Prolongación
del actuar del Buen Pastor, obrando en su nombre en el anuncio del evangelio,
en la celebración de los signos salvíficos (especialmente la Eucaristía) y en
los servicios de caridad (PO 4-6).
Ø Transparencia
de las actitudes y virtudes del Buen Pastor, presente en la Iglesia comunión y
misión (PO 7-22).
5.-Espiritualidad
cristiana y espiritualidad sacerdotal
La
espiritualidad cristiana es una vida según el Espíritu. «Caminamos según el
Espíritu» (Rom 8,4); «vivís según el Espíritu» (Rom 8,9). Propiamente es el
camino o proceso de santidad que consiste en el amor o caridad: «caminar en el
amor» (Ef. 5,2).
Cada
cristiano se santifica en su propio estado de vida y circunstancia por un
proceso de sintonía con Cristo, en el Espíritu Santo, según los designios o
voluntad del Padre (Ef. 2,18). Este proceso es de cambio o conversión (en
criterios, escala de valores y actitudes) para bautizarse (esponjarse) en
Cristo (pensar, sentir, amar como él). Es, pues:
·
Participación y configuración (Gál 3,27:
Rom 6,3ss).
·
Unión, intimidad, relación (Jn 6,56-57;
15,9ss).
·
Semejanza, imitación (Mt 11,29).
·
Servicio, cumplimiento de la voluntad de
Dios (Mc 3,35; 10,44-45; Jn 14,16).
·
Caridad, vida nueva (Jn 13,34-35; Rom
6,4; 13,10).
Los
matices de esta espiritualidad cristiana, común a todos, son muy variados. De
suerte que se puede hablar de espiritualidades y escuelas diferentes.
La
espiritualidad sacerdotal es sintonía con las actitudes y vivencias de Cristo
Sacerdote, Buen Pastor. Por el sacramento del orden, se participa del ser
sacerdotal de Cristo. Esta participación ontológica capacita para prolongar la
acción sacerdotal del Buen Pastor. La sintonía con la caridad pastoral de
Cristo es una consecuencia de la participación de su ser y en su función. La
gracia recibida en el sacramento del orden hace posible cumplir con esta
exigencia.
Se
trata, pues, de una santidad o espiritualidad «según la imagen del sumo y
eterno Sacerdote», para ser «un testimonio vivo de Dios» (LG 41). El sacerdote
es un «Jesús viviente» (San Juan Eudes), es decir, «instrumento vivo de Cristo
Sacerdote» (PO 12), puesto que:
a)
Se hace signo viviente de Cristo en el
ejercicio del ministerio (PO 12-13).
b)
Se hace signo transparente de Cristo
viviendo en sintonía o unidad de vida con él (PO 14).
c)
Se hace signo del Buen Pastor imitando
su caridad pastoral y todas las demás virtudes que derivan de ella (PO 15-17),
sin olvidar los medios comunes a toda la espiritualidad cristiana y a los
medios específicos de la espiritualidad sacerdotal (PO 18).
Viviendo
la espiritualidad sacerdotal, el sacerdote ministro se hace signo creíble del
Buen Pastor en un mundo que pide autenticidad (n.1), en una Iglesia sacramento
o transparencia e instrumento de Cristo (n.2) y en una nueva etapa de
evangelización (n.3), que necesitan sacerdotes fieles a las nuevas gracias del
Espíritu Santo (n.4). La identidad sacerdotal enraíza en esta espiritualidad
cristológica, pneumatológica, eclesial y antropológica.
Guía
pastoral
v Reflexión
bíblica.
v Ser
coherente con el estreno de la vocación sacerdotal, como encuentro para la
misión: Mc 3,13-14; Jn 1,35-51; Mt 4,18-22.
v Sintonía
con la fidelidad de Cristo y los Apóstoles al Espíritu Santo: Lc 4,1.14.18;
10,21; Act 20,22.
v Vivir
los signos de los tiempos siguiendo a Cristo hacia el misterio pascual: Mt
16,2-4; Jn 13,1; Lc 22,15; +GS 4.11.44.
v Estudio
personal y revisión de vida en grupo.
v Describir
y motivar algunas líneas de espiritualidad cristiana y sacerdotal en un mundo
que cambia: servicio, comunión, autenticidad, misión... (GS 1-10; EN 76; Puebla
356-359; 378-383).
v Armonía
entre las dimensiones de la vida sacerdotal para una mayor fidelidad a Cristo,
a la Iglesia y al hombre (Puebla 484; Medellín XI y XIII).
v Necesidad
actual de espiritualidad profunda para una nueva evangelización en el ardor,
métodos y expresiones.
v Relación
entre el ser, el obrar y la vivencia sacerdotal.