martes, 24 de abril de 2012


1 Espiritualidad e identidad sacerdotal para una nueva evangelización

1.-Tiempo de gracia en un mundo que cambia

El misterio de la Encarnación del Hijo de Dios indica que Cristo vive nuestras circunstancias históricas: «habitó entre nosotros» (Jn 1,14).

El hombre de hoy siente la necesidad de vivencia, experiencia y transcendencia. Es, pues, un hombre que pregunta sobre:

·         El sentido de la vida, la dignidad de la persona (trabajo, cultura, convivencia), de la historia humana.
·         El sentido del dolor, de las injusticias, de la pobreza, del mal, de la muerte...
·         El sentido del progreso y de los adelantos, comunicación de bienes con toda la humanidad.
·         El sentido de la transcendencia y del más allá como base del misterio del hombre.
·         El sentido del pensamiento humano que ha fraguado innumerables ideologías (muchas de ellas válidas, pero todas variables y pasajeras) sobre el misterio del hombre.

·         El sentido de las normas morales (ética) para la conducta personal, familiar, social, política, económica, internacional.

Este hombre que quiere ver, pesar, medir, experimentar, no deja de pedir espiritualidad. El espíritu del cristianismo sólo puede ser presentado por apóstoles auténticos que lo hayan experimentado en sus propias vidas como encuentro con Cristo. La sociedad moderna necesita ver signos claros del Evangelio.

2.-Una Iglesia solidaria de los gozos y esperanzas

La espiritualidad cristiana y sacerdotal es eminentemente eclesial. La Iglesia (ecclesia) es la comunidad humana convocada por la Palabra o anuncio del evangelio para celebrar el misterio pascual de Cristo y transformar el mundo según el mandato del amor.

La Iglesia se llama misterio o sacramento porque es signo transparente y portador de la presencia de Cristo resucitado (Ef. 3,9-10; 5,32). Se llama también comunión (koinonía) porque está constituida por hermanos que se aman en Cristo. Su objetivo es la misión, en cuanto ha sido fundada para ser enviada a evangelizar o anunciar la buena nueva a todos los pueblos.

La Iglesia está insertada en el mundo como:

1.      Cuerpo o expresión visible de Cristo resucitado (Col 1,24; Ef. 1,23).
2.      Sacramento (misterio) o signo portador y eficaz de Cristo resucitado presente (Ef. 3,9-10).
3.      Esposa o consorte, fiel y comprometida en la misma suerte de Cristo (Ef. 5,25-27; 2Cor 11,2).
4.      Madre como instrumento de vida en Cristo y vida en el Espíritu (Gál 4,4.19.26).
5.      Pueblo como propiedad cariñosa de Dios y signo de lo que deben ser todos los pueblos (1Pe 2,9; Apoc 1,5-6).
6.      Inicio del Reino de Dios anunciado por Cristo, que ya habita en los corazones (dimensión carismática), que está presente en la Iglesia (dimensión institucional), y que un día será encuentro final o plenitud en el más allá (dimensión escatológica) (Lc 10,9; 11,2; 17,21; LG 5).
Esta Iglesia, fundada y amada por Cristo, es, por su misma naturaleza, solidaria de los gozos, de las angustias y de las esperanzas de toda la humanidad (GS 1), como «llamada a dar un alma a la sociedad moderna» (Juan Pablo II, Disc. 11-10-85).
La naturaleza misionera de la Iglesia (AG 2,6,9) enraíza en su mismo ser de «sacramento universal de salvación» (LG 48; AG 1). Cada cristiano según su propia vocación forma parte responsable de esta Iglesia que es, según los cuatro documentos (constituciones) principales del concilio, Lumen Gentium (LG), Dei Verbum (DV), Sacrosanctum concilium (SC), Gaudium et Spes (GS):
a.       Signo transparente y portador de Cristo: Iglesia sacramento o misterio (LG 1), Iglesia comunión o pueblo de hermanos y cuerpo de Cristo (LG 2), Iglesia misión y peregrina en la historia como inicio del Reino definitivo, sacramento universal de salvación (LG 7).
b.      Portadora del mensaje evangélico para el hombre concreto y para todos los pueblos: Iglesia de la Palabra (DV).
c.       Centrada en la muerte y resurrección de Cristo: Iglesia que hace presente en la historia humana el misterio pascual (SC).
d.      Insertada en las realidades humanas: Iglesia en el mundo y en la historia (GS).

3.-Hacia una nueva evangelización

Todo apóstol y especialmente el sacerdote ministro debe afianzar sus «actitudes interiores» (EN 74) para colaborar en una «evangelización renovada» (EN 82), en una nueva etapa de la historia humana. A veces habrá que reevangelizar sectores humanos cuyo cristianismo corre el riesgo de diluirse. Frecuentemente se tratará de emprender «una nueva evangelización»:

§  Nueva en su ardor, por la disponibilidad misionera de los evangelizadores.
§  En sus métodos, por un mejor aprovechamiento de los nuevos medios de apostolado.
§  En sus expresiones, por la adaptación de la doctrina y de la práctica cristiana sin disminuir sus principios y exigencias evangélicas.

En una nueva evangelización, el problema más urgente es el de la renovación de los agentes de pastoral, y especialmente de los sacerdotes ministros. Las «actitudes interiores del apóstol» (EN 74), es decir, «su espiritualidad, con garantía de la autenticidad de la evangelización. Se resumen todas ellas en la fidelidad que crea comunión» (Puebla 384).

4.-Ser sacerdote hoy. Identidad sacerdotal

La identidad sacerdotal está en la línea de sentirse amado y capacitado para amar. Esta identidad se reencuentra cuando se quiere vivir el sacerdocio en todas sus perspectivas o dimensiones:

1.      Consagración o dimensión sagrada: el sacerdote en su ser, en su obrar y en su vivencia, pertenece totalmente a Cristo y participa en su unción y misión.
2.      Misión o dimensión apostólica: el sacerdote ejerce una misión recibida de Cristo para servir incondicionalmente a los hermanos.
3.      Comunión o dimensión eclesial: el sacerdote ha sido enviado a servir a la comunidad eclesial construyéndola según el amor.
4.      Espiritualidad o dimensión ascético-mística: el sacerdote está llamado a vivir en sintonía con los amores de Cristo y a ser signo personal suyo como Buen Pastor.

El sacerdote está llamado, hoy más que nunca, a ser:

Ø  Signo del Buen pastor en la Iglesia y en el mundo, participando de su ser sacerdotal (PO 1-3).
Ø  Prolongación del actuar del Buen Pastor, obrando en su nombre en el anuncio del evangelio, en la celebración de los signos salvíficos (especialmente la Eucaristía) y en los servicios de caridad (PO 4-6).
Ø  Transparencia de las actitudes y virtudes del Buen Pastor, presente en la Iglesia comunión y misión (PO 7-22).

5.-Espiritualidad cristiana y espiritualidad sacerdotal

La espiritualidad cristiana es una vida según el Espíritu. «Caminamos según el Espíritu» (Rom 8,4); «vivís según el Espíritu» (Rom 8,9). Propiamente es el camino o proceso de santidad que consiste en el amor o caridad: «caminar en el amor» (Ef. 5,2).

Cada cristiano se santifica en su propio estado de vida y circunstancia por un proceso de sintonía con Cristo, en el Espíritu Santo, según los designios o voluntad del Padre (Ef. 2,18). Este proceso es de cambio o conversión (en criterios, escala de valores y actitudes) para bautizarse (esponjarse) en Cristo (pensar, sentir, amar como él). Es, pues:

·         Participación y configuración (Gál 3,27: Rom 6,3ss).
·         Unión, intimidad, relación (Jn 6,56-57; 15,9ss).
·         Semejanza, imitación (Mt 11,29).
·         Servicio, cumplimiento de la voluntad de Dios (Mc 3,35; 10,44-45; Jn 14,16).
·         Caridad, vida nueva (Jn 13,34-35; Rom 6,4; 13,10).

Los matices de esta espiritualidad cristiana, común a todos, son muy variados. De suerte que se puede hablar de espiritualidades y escuelas diferentes.

La espiritualidad sacerdotal es sintonía con las actitudes y vivencias de Cristo Sacerdote, Buen Pastor. Por el sacramento del orden, se participa del ser sacerdotal de Cristo. Esta participación ontológica capacita para prolongar la acción sacerdotal del Buen Pastor. La sintonía con la caridad pastoral de Cristo es una consecuencia de la participación de su ser y en su función. La gracia recibida en el sacramento del orden hace posible cumplir con esta exigencia.

Se trata, pues, de una santidad o espiritualidad «según la imagen del sumo y eterno Sacerdote», para ser «un testimonio vivo de Dios» (LG 41). El sacerdote es un «Jesús viviente» (San Juan Eudes), es decir, «instrumento vivo de Cristo Sacerdote» (PO 12), puesto que:

a)      Se hace signo viviente de Cristo en el ejercicio del ministerio (PO 12-13).
b)      Se hace signo transparente de Cristo viviendo en sintonía o unidad de vida con él (PO 14).
c)      Se hace signo del Buen Pastor imitando su caridad pastoral y todas las demás virtudes que derivan de ella (PO 15-17), sin olvidar los medios comunes a toda la espiritualidad cristiana y a los medios específicos de la espiritualidad sacerdotal (PO 18).

Viviendo la espiritualidad sacerdotal, el sacerdote ministro se hace signo creíble del Buen Pastor en un mundo que pide autenticidad (n.1), en una Iglesia sacramento o transparencia e instrumento de Cristo (n.2) y en una nueva etapa de evangelización (n.3), que necesitan sacerdotes fieles a las nuevas gracias del Espíritu Santo (n.4). La identidad sacerdotal enraíza en esta espiritualidad cristológica, pneumatológica, eclesial y antropológica.

Guía pastoral

v  Reflexión bíblica.
v  Ser coherente con el estreno de la vocación sacerdotal, como encuentro para la misión: Mc 3,13-14; Jn 1,35-51; Mt 4,18-22.
v  Sintonía con la fidelidad de Cristo y los Apóstoles al Espíritu Santo: Lc 4,1.14.18; 10,21; Act 20,22.
v  Vivir los signos de los tiempos siguiendo a Cristo hacia el misterio pascual: Mt 16,2-4; Jn 13,1; Lc 22,15; +GS 4.11.44.
v  Estudio personal y revisión de vida en grupo.
v  Describir y motivar algunas líneas de espiritualidad cristiana y sacerdotal en un mundo que cambia: servicio, comunión, autenticidad, misión... (GS 1-10; EN 76; Puebla 356-359; 378-383).
v  Armonía entre las dimensiones de la vida sacerdotal para una mayor fidelidad a Cristo, a la Iglesia y al hombre (Puebla 484; Medellín XI y XIII).
v  Necesidad actual de espiritualidad profunda para una nueva evangelización en el ardor, métodos y expresiones.
v  Relación entre el ser, el obrar y la vivencia sacerdotal.


Presentación

Hay mucho escrito sobre el sacerdocio. Pero, sobre todo, hay mucho vivido por los santos sacerdotes del pasado y del presente.

Esta es una síntesis sencilla, bíblica y conciliar, del ser, de la misión y, especialmente, de la espiritualidad sacerdotal de los Siervos de Cristo Buen Pastor.

Muchas veces necesitamos tener a mano unas pocas ideas y motivaciones, las principales, sobre nuestro estilo de vida, a imitación de Cristo Buen Pastor. Estas pueden ser útiles para una reflexión, un momento de retiro y oración, una conferencia, un momento de diálogo o de revisión de vida entre amigos sacerdotes y Sociedades de Vida Apostólica que comulgan con esta espiritualidad y estilo de vida. Pero siempre deben ser para cuestionarnos sobre nuestro seguimiento evangélico de Cristo, que se convierte en relación personal con él, en disponibilidad misionera y en fraternidad sacerdotal.

Ojalá que estos temas ayuden un poco. En realidad, son sólo una invitación a entrar en los textos bíblicos y magisteriales sobre el sacerdocio, así como a leer otras publicaciones más amplias y profundas, que el lector encontrará citadas en la orientación bibliográfica, al final.

Una buena formación sacerdotal, inicial y permanente, supone repensar continuamente en nuestra realidad sacerdotal, que pasa siempre del encuentro personal con Cristo, a la misión: «llamó a los que quiso... para estar con él y para enviarlos a predicar» (Mc 3,13-14). De un momento de Cenáculo, «con María, la Madre de Jesús» (Act 1,14), salen siempre sacerdotes «llenos de Espíritu Santo» (Act 2,42), dispuestos a evangelizar «con audacia» (Act 4,31).

miércoles, 11 de abril de 2012


LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS

            El relato de los discípulos de Emaús nos describe la experiencia vivida por dos seguidores de Jesús mientras caminan desde Jerusalén hacia la pequeña aldea de Emaús, a ocho kilómetros de distancia de la capital. El narrador lo hace con tal maestría que nos ayuda a reavivar también hoy nuestra fe en Cristo resucitado.

Dos discípulos de Jesús se alejan de Jerusalén abandonando el grupo de seguidores que se ha ido formando en torno a él. Muerto Jesús, el grupo se va deshaciendo. Sin él, no tiene sentido seguir reunidos. El sueño se ha desvanecido. Al morir Jesús, muere también la esperanza que había despertado en sus corazones. ¿No está sucediendo algo de esto en nuestras comunidades? ¿No estamos dejando morir la fe en Jesús?

Sin embargo, estos discípulos siguen hablando de Jesús. No lo pueden olvidar. Comentan lo sucedido. Tratan de buscarle algún sentido a lo que han vivido junto a él. «Mientras conversan, Jesús se acerca y se pone a caminar con ellos». Es el primer gesto del Resucitado. Los discípulos no son capaces de reconocerlo, pero Jesús ya está presente caminando junto a ellos, ¿No camina hoy Jesús veladamente junto a tantos creyentes que abandonan la Iglesia pero lo siguen recordando?

La intención del narrador es clara: Jesús se acerca cuando los discípulos lo recuerdan y hablan de él. Se hace presente allí donde se comenta su evangelio, donde hay interés por su mensaje, donde se conversa sobre su estilo de vida y su proyecto. ¿No está Jesús tan ausente entre nosotros porque hablamos poco de él?

Jesús está interesado en conversar con ellos: «¿Qué conversación es ésa que traéis mientras vais de camino?» No se impone revelándoles su identidad. Les pide que sigan contando su experiencia. Conversando con él, irán descubriendo su ceguera. Se les abrirán los ojos cuando, guiados por su palabra, hagan un recorrido interior. Es así. Si en la Iglesia hablamos más de Jesús y conversamos más con él, nuestra fe revivirá.

Los discípulos le hablan de sus expectativas y decepciones; Jesús les ayuda a ahondar en la identidad del Mesías crucificado. El corazón de los discípulos comienza a arder; sienten necesidad de que aquel "desconocido" se quede con ellos. Al celebrar la cena eucarística, se les abren los ojos y lo reconocen: ¡Jesús está con ellos!

Los cristianos hemos de recordar más a Jesús: citar sus palabras, comentar su estilo de vida, ahondar en su proyecto. Hemos de abrir más los ojos de nuestra fe y descubrirlo lleno de vida en nuestras eucaristías. Nadie ha de estar más presente. Jesús camina junto a nosotros.

martes, 28 de diciembre de 2010

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jueves, 3 de junio de 2010

EL DICIPULADO 2

EL DICIPULADO EN EL EVANGELIO DE MARCOS

En el evangelio de San Marcos, Jesús aparece con un rostro muy humano y nos invita a que mediante una convivencia muy intima, descubramos quien es.

Un texto muy importante en este tema es el de (Mc. 3,13). En este texto, es donde encontramos el secreto del discipulado, “Lamo a los que el quiso”. En el momento en que nos llama, nos muestra un camino muy especial al discipulado, y este es el estar con él.

El estar con él significa seguirlo a donde quiera que el vaya, así como un maestro que se rodea de sus alumnos; es estar a sus pies escuchando su palabra y su doctrina. Ser su discípulo, es estar en constante formación. No es algo como ir a la escuela y recibir un título, sino que es tener esa experiencia intima con él, siguiéndolo, obedeciéndolo y amándolo.

El formarnos a los pies de Jesús, implica dejarnos guiar, corregir y tratar de aprender de su ejemplo, es estar con él para conocerlo y tener un cambio profundo en nuestra vida. Esta experiencia de compartir la vida con él, provoca que logremos un crecimiento personal y espiritual lleno de sabiduría basada en su doctrina.

Por amor Jesús nos llama y nos elige para estar con él y solo nos pide una respuesta generosa para hacer de su vida nuestra vida.

Finalmente otro aspecto importante que se descubre en el evangelio de Marcos, es el hecho de la vida en comunión y hermandad con la comunidad, viviendo como una verdadera familia que escucha la palabra y la pone en práctica a similitud de sus apóstoles.

miércoles, 2 de junio de 2010

Sacerdote...

Estando en los últimos días del año sacerdotal llegó a mi repertorio un excelente canto que expresa, de manera especial, unas palabras de consuelo y de aliento a tantos y tantos hermanos que "consagran su vida al servicio de los demás en nombre de Cristo..." (JPII)...

Espero que les guste.

Agradecimiento al P. Marcos Alba MSpS...

EL DICIPULADO 1

¿QUIÉN ES UN DISCÍPULO?

Si queremos encontrar una respuesta dentro de la Sagrada Escritura, podríamos encontrar como respuesta que es el Rostro de Jesús quien refleja al verdadero discípulo.

En el Nuevo Testamento, vamos a encontrar varias respuestas, ya que se nos ofrecen varios perfiles del rostro de Jesús. Si hay varios perfiles del rostro de Jesús, también vamos a encontrar diversos perfiles del discípulo y cada uno se va a expresar de diversas maneras para tener una figura mas completa de lo que es el discípulo según las enseñanzas que nos dan los escritos de bíblicos del Nuevo Testamento.